jueves, 4 de octubre de 2007

Lo más difícil: Tomar la decisión y adaptarse a la vida cotidiana al volver

La frase “dar la Vuelta al Mundo” está muy bien como titular, como algo que puede enganchar a cualquier lector y desbordar su imaginación. Pero yo realmente prefiero denominar al proyecto “Viaje de larga duración”. Suena menos espectacular, pero define más a las claras lo que trataremos de hacer desde la primavera del año que viene: Dos años seguidos por el mundo visitando países, sin pausa pero sin prisa. Uno de los objetivos es circundar el planeta sí, pero es de los más secundarios.

Embarcarse en una aventura de este tipo creo que es algo que no tiene parangón con ninguna experiencia anterior. Da igual haber viajado a lo largo de casi veinte años, como es nuestro caso, porque ninguno de los aspectos a tener en cuenta es equiparable a los que se manejan para organizar un viaje de veinte días o un mes. Es más: Diría que un viaje de larga duración ni siquiera se organiza, dado que simplemente, se trazan las grandes líneas generales.

No obstante, incluso más complejo que perfilar este proyecto, resulta tomar la decisión de embarcarse en él. Porque es muy fácil fantasear por la noche en la cama con hacer un viaje de dos años y tener dulces sueños, pero lo complejo es llegar un día y ponerle fecha al momento en que se cogerá la mochila y se cambiará la vida conocida y previsible llevada hasta entonces, por la constante incertidumbre. Por eso creo que una vez que se ha tomado la decisión se ha andado al menos el 50% del camino, aunque todavía no se haya puesto un pie fuera de casa.

Al menos en nuestro caso, el proceso de la toma de decisión ha sido paulatino, ha tenido que ir madurando lentamente en nuestras mentes. Ya hace siete años, en una situación de vacas flacas que atravesamos con dinero suficiente y mucho tiempo libre, estuvimos a punto de marcharnos seis meses a la India. Pero en aquella ocasión nos quedamos en casa lamiéndonos las heridas y pensando que haciendo eso no éramos convencionalmente responsables. Nos pudieron los remordimientos de conciencia.

Esta vez la decisión estaba tomada desde hace un par de meses: ¡¡Viva la inconsciencia!!. Nos embarcaríamos en un proyecto viajero de larga duración a principios de 2.010. Los recientes acontecimientos lo único que han hecho es adelantarlo a la primavera de 2.008.

Con la decisión ya adoptada, ahora son varias las cuestiones que más me inquietan y curiosamente están más relacionadas con aspectos psicológicos, que con la propia organización del viaje (las vacunas, como llevar el dinero, la seguridad, los métodos de obtener información…) o los avatares que nos puedan surgir en los diferentes destinos. A saber:

-Como seremos capaces de enfrentarnos mentalmente a un viaje de tales dimensiones y sobre todo, como afrontaremos los posibles momentos de bajón (que a buen seguro los tiene que haber y gordos).

-Como veremos la realidad, la vida, el mundo y a nosotros mismos el día que retornemos a casa. ¿Seremos capaces de poder volver a tener una viada normal, marcada por la monotonía o el síndrome de abstinencia nos hará vivir en una constante infelicidad?. Esto que a simple vista puede parecer baladí –y mucho más antes de partir-, no debe de serlo, al menos por ciertas reflexiones que he leído recientemente de gente que ya ha vivido una experiencia similar a la que nosotros nos planteamos.

En cuanto a los aspectos ya menos espirituales y más mundanos, dos son también las cosas que más nos inquietan:

-¿Cuál será nuestro ritmo de viaje?. Supongo que, como siempre, tendiendo a ser bastante nómada. Pero, ¿cuál es la velocidad que hay que tomar para disfrutar al máximo y no caer abatido por sobredosis y atrapado por el estrés?.

-Por supuesto la salud. Si ya es un contratiempo ser hospitalizado estando en casa, tener que afrontar esta situación a miles de kilómetros (tal vez en el tercer mundo) debe ser realmente angustioso. Y no solo para el enfermo, sino para la otra persona que se tiene que encargar de organizar todos los parámetros de una realidad tan extrema

No obstante y aunque nos preocupe este asunto, nunca hemos sido obsesivos con las precauciones adoptadas para no contraer enfermedades, intoxicaciones o desarreglos intestinales y no lo vamos a ser tampoco ahora. Entre otras cosas, porque es imposible físicamente (y nada saludable mentalmente) controlar el proceso completo de todo lo que se ingiere, bien sea líquido o sólido. Nada hay más angustioso que viajar con alguien que está todo el día obsesionado con esto.

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